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El principio de prudencia es una norma contable que obliga a contabilizar los beneficios solo cuando se produzcan y las pérdidas cuando se conozcan.
Esto significa que la empresa ha de situarse siempre en el escenario más negativo. Para ello deberá anticipar las pérdidas, aunque luego no lleguen a producirse.
Por el contrario, no podrá asumir la obtención de beneficios hasta que éstos se puedan dar por realizados, una vez que se cierra un ejercicio en curso.
Si se sabe que existe una alta probabilidad de que un gasto se produzca, debe recogerse el hecho en las cuentas. SI el ejercicio ya está cerrado pero las cuentas aún no han sido formuladas, el gasto se recogerá igualmente, informándolo en la Memoria.
Todos los gastos deben contemplarse, aún cuando la entidad cierre el ejercicio con pérdidas.
Esto afecta también a los activos (bienes, inmovilizado).
La depreciación vía amortización ha de aparecer en la cuenta de pérdidas y ganancias aunque la sociedad no tenga beneficios en un ejercicio. La amortización ha de ser una constante a lo largo de la vida del bien.
De este modo se guarda también el principio de imagen fiel, según el cual las cuentas anuales de una empresa deben reflejar con la mayor exactitud posible la realidad económica de la misma.
El principio de prudencia afecta tanto al balance de situación como a la cuenta de pérdidas y ganancias.