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Cuando se toma la decisión de iniciar una actividad por cuenta propia, lo primero que hay que conocer son las obligaciones fiscales a las que vamos a estar sujetos y una de ellas es la recaudación y gestión del IVA.
Tanto los autónomos como las sociedades son, de manera general, sujetos pasivos de IVA. Esto significa que las facturas que emitan por las ventas o los servicios prestados deberán ir gravadas por el impuesto. El gravamen consiste en aplicar a la base imponible (la base imponible es el importe que indica el coste de la operación efectuada) un porcentaje, que será el 21% (tipo general), el 10% (tipo reducido) o el 4% (tipo superreducido) dependiendo de la naturaleza de la operación.
Así, la función del IVA es ser un impuesto que la empresa recauda para el Estado, por tanto, no debe considerarse como un ingreso, porque no lo es. Cada tres meses, el trabajador por cuenta propia debe ingresar a la Agencia Tributaria la diferencia entre el impuesto repercutido a sus clientes en las facturas de ingresos y el soportado en las facturas de gastos necesarios para llevar a cabo la actividad económica.
LECTURA RECOMENDADA: ¿Cómo rellenar el modelo 303? (Entendiendo la declaración trimestral del IVA)
Existen una serie de actividades que están exentas de IVA, es decir, el prestador del servicio no debe repercutir el impuesto a quién lo recibe. Esas actividades son:
Como ya hemos indicado, el tipo de IVA es el porcentaje aplicable a la base imponible de la operación.
De manera general, todas las operaciones, bien sean ventas de bienes o prestaciones de servicios, están sujetas al tipo general del impuesto, que es el 21%. Lo que hay que conocer es cuáles deben aplicar el tipo reducido y el superreducido.
El tipo reducido del 10% se aplica en los casos siguientes:
El tipo superreducido del 4% se aplica en las operaciones siguientes.
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Por Eva Fernández el 2 November 2020